
Cosas que las personas emocionalmente inteligentes evitan
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Estamos cada vez más interesados en todo lo relacionado con el desarrollo personal, las opciones saludables, las dietas, los deportes y todo el arsenal, con el deseo de pulirnos (tanto física como mentalmente) y alcanzar la mejor versión de nosotros mismos. Marcamos la mayoría de ellos religiosamente, convencidos de que si practicamos o entrenamos, inevitablemente también alcanzaremos un alto nivel de inteligencia emocional.
Pero los expertos advierten que mejorar la inteligencia emocional a menudo se trata de hacer menos, no necesariamente más. Seguramente, leyendo estas líneas dirías que no hay manera de que podamos cometer tal error, ya que, en teoría, sabemos cómo actuar. Pero, en la práctica, las cosas son un poco diferentes.
Y para ejemplificar, podríamos enumerar momentos como cuando algo no nos sale (como queremos) y automáticamente terminamos culpando a factores externos de nuestros propios fracasos o cuando, sin darnos cuenta, quedamos atrapados en la zona de estrés y ansiedad o cuando nos ponemos en medio, justo cuando empezábamos a progresar. Todos nos hemos encontrado con las poses anteriores en nuestra vida diaria. Es importante saber que es natural que nos suceda, pero lo más importante es poder identificar estos momentos y corregirlos, para que la calidad de nuestra existencia sea acorde con lo que sabemos, leemos, aprendemos. .
El sistema educativo rumano enfatiza la inteligencia cognitiva y, en muy pequeña medida, la inteligencia emocional, razón por la cual llegamos a la edad adulta y no sabemos, en su mayor parte, cómo comportarnos y manejar nuestras emociones, y este hecho es tan visible en el manifestaciones que mostramos.
Aquí hay cuatro comportamientos por los cuales podemos reconocer mejor a las personas con un bajo nivel de inteligencia emocional. Y si queremos aumentar nuestro nivel de EQ, se deben evitar las siguientes acciones:
Siempre tengo críticas en mi lengua.
Estamos gobernados por muchas inseguridades, alimentadas por nosotros mismos o por la sociedad en la que vivimos. Por el afán de aniquilarlos o al menos mitigarlos, recurrimos a la crítica como mecanismo de defensa inconsciente. Además, las redes sociales son el claro ejemplo. No es raro que veamos comentarios crueles (a menudo sin ninguna relación) dejados solo para que el firmante descargue sus propias emociones negativas (que tiene por razones completamente diferentes).
Una de las razones por las que identificamos, vemos, notamos todas las faltas de los demás es porque de esta manera alimentamos nuestro orgullo; en definitiva, nos hace sentir «mejor». La superioridad que nos alimenta la crítica no hace más que darnos un buen estado, de realización, de autosuficiencia. Sin embargo, la longevidad de estas sensaciones es de corta duración y los efectos a largo plazo pueden ser dañinos. Las personas con un alto nivel de EQ (inteligencia emocional) saben que la crítica es dañina, que no tiene una función constructiva y que el antídoto es expresar emociones y necesidades de la forma más vulnerable posible.
Así que la primera regla suena así: si quieres demostrar tu alto coeficiente intelectual, aprende a renunciar a las críticas, incluidas las «constructivas», y atrévete a ponerte en contacto contigo mismo y tus sentimientos.
Tienen infinitas preocupaciones sobre el futuro .
Desde pequeños se nos inculca la idea de incertidumbre sobre el mañana. El miedo y la incertidumbre de otros tiempos hicieron esta frase específica de toda una época. El futuro se consideraba una nebulosa total, con fuertes acentos negativos. El orden y la seguridad son elementos por los que haríamos casi cualquier cosa, sin pensar que si viviéramos en tal utopía, no necesariamente estaríamos satisfechos, realizados, etc. “Vivir con un grano de sal en la cabeza” es una expresión perfectamente aplicable cuando tenemos un problema y no le vemos la solución, pero asumimos que si lo pensamos obsesivamente, seguramente encontraremos la solución.
Los psicólogos llaman nuestra atención sobre el hecho de que alimentar la mente con los escenarios más salvajes no asegura la productividad en la búsqueda de formas de resolver el problema, sino que solo nos da una aparente ilusión de que estamos haciendo algo constructivo para enfrentar la situación. Centrarse continuamente en un problema real o potencial, sin embargo, tiene efectos negativos en la salud mental. El mecanismo cognitivo de la preocupación es el camino seguro hacia los trastornos de ansiedad.
Un alto grado de EQ nos muestra que es saludable interiorizar la creencia de que la vida es incierta y que sería mejor afrontar esta situación siendo conscientes de ella, que sumergiéndonos en la negación absoluta o tratando de evitar de antemano todos los posibles peligros o riesgos que pudieran ocurrir.
Al aceptar la realidad por la que atravesamos (a veces extremadamente difícil), la situación en la que nos encontramos y el escenario no escrito del mañana, nos liberamos del estrés y la ansiedad de nuestros pensamientos.
Una vez quitada toda esta carga, podremos (re)amigar el entusiasmo y la energía que se nos ofrece, con el amanecer de un nuevo día.
Debe enfatizarse que las personas con buenas habilidades de EQ saben la diferencia entre pensamientos y emociones. Y cuando se trata de preocupaciones, reconozco que son solo pensamientos (no hechos) y, por lo tanto, los trato como tales. Mientras que las personas con un EQ bajo a menudo caen presas de sus propias mentes y creen firmemente en todos los pensamientos oscuros que una mente ansiosa podría producir.
Estoy vagando psicológicamente en el pasado
Otro deseo ardiente que tenemos y alimentamos con todas nuestras fuerzas es el control. Nos enamoramos de su espejismo, ya que queremos anticiparnos a los pasos que debemos dar para lograr lo que nos propongamos. Desafortunadamente, el deseo de control nos limita, y esto se vuelve difícil de percibir a menos que hagamos un esfuerzo por ser conscientes de su complejidad.
La rumiación del pasado (rumia cognitiva de las experiencias vividas) nos da la ilusión de control, aunque sea fugaz y etéreo. Debido a que nos relacionamos con el pasado, tenemos una tendencia a recordar ciertas situaciones e, igualmente, tenemos una tendencia a reemplazar los errores cometidos, para poder disfrutar del control y el poder. De hecho, no hacemos más que negar o minimizar la impotencia de esos momentos, lo que, a su vez, nos despersonaliza. El error y la incompetencia son manifestaciones específicamente humanas, forman parte de nosotros y acentúan nuestra imperfección humana.
Permanecer atascado en el pasado y traer la impotencia de tiempos pasados al presente es disfrutar de un futuro idéntico al pasado opresivo. Los especialistas nos animan a actuar en el presente, si sentimos la necesidad de corregir cosas o comportamientos del pasado, para poder disfrutar lo que está por venir. El cambio comienza con la aceptación, no con el control. La imprevisibilidad de la vida es un antónimo de excesiva circunspección. Además, vivir en un entorno así solo conduce a una somatización inherente, que puede ser irreversible.
Cuanto más aceptemos la situación en la que nos encontramos (con la enmienda de que actuaremos y aportaremos elementos positivos a todo este panorama), más podremos decir que mostramos inteligencia emocional. Y aquí el EQ se relaciona con el estado de presencia consciente (mindfulness). Las personas con alto EQ saben que ni el pasado ni el futuro están bajo nuestro control y que todo lo que podemos hacer es intervenir en el presente. Por supuesto, es beneficioso sacar algunas conclusiones del pasado y tener metas para el futuro, pero todas estas no son razones para descuidar el presente u olvidar que nuestra vida está sucediendo «aquí y ahora».
Inconscientemente, se alimentan de expectativas poco realistas.
Nuestras ideas y acciones crean expectativas. Elegimos hacer una cosa, porque en el otro extremo está el resultado: tenemos una satisfacción, tenemos reacciones, tenemos expectativas de los demás (y todo esto es parte de un enfoque cognitivo).
Estas expectativas son positivas o negativas. Específicamente, son positivos cuando representan puntos de crecimiento y nos hacen ir más allá de la condición actual, y son negativos cuando representan proyecciones poco realistas de la situación con la que nos relacionamos.
Muchas veces la mente crea innumerables escenarios sobre otras personas; en otras palabras, otra forma sutil de control. Anticipamos respuestas, reacciones, acciones de los demás y nos sentimos decepcionados, frustrados, indignados cuando no coinciden con lo que esperábamos. Y en este punto se producen las grandes decepciones, porque no intentamos cambiar nada en esos momentos, sino todo lo contrario, creamos expectativas aún más altas y elaboradas, entrando básicamente en un círculo vicioso. Además, la forma en que expresamos nuestras expectativas puede provocar que las reacciones del interlocutor sean totalmente malinterpretadas y contrarias a lo que esperamos.
El verdadero problema en este caso es precisamente la falta de comunicación, que hace que las personas alimenten sus expectativas, pero no en un sentido beneficioso para la propia persona.
Además, los psicoterapeutas nos instan a estar presentes para aquellos en nuestras vidas, sin crear historias sobre la forma en que los demás son, hablan o actúan.
Vale la pena internalizar la idea de que esta batalla es una que debemos pelear con nosotros mismos. Por supuesto, puede llevar un tiempo llegar a este punto. Pero una vez que tomemos conciencia, notaremos cómo mejorará la calidad de nuestra vida.
En nuestra búsqueda por ser mejores, nos enfocamos en el objetivo final y menos en el proceso de metamorfosis en sí. La inteligencia emocional se refiere a los comportamientos que mostramos en la sociedad y cómo nos interesamos en comprender y planificar nuestra propia vida interior. Así, conocer, gestionar, reconocer, afrontar y armonizar las relaciones es una base que nos permite dar el primer lugar a la inteligencia cognitiva. La relación entre IQ y EQ no es de rechazo, sino de complementariedad, con estudios en el campo que señalan que el éxito en la vida depende en un 20% del intelecto y en un 80% del cociente emocional.
Entrelazarlos es un arte que aprendemos a practicar a lo largo de nuestra vida. Cuanto más conscientes seamos de nosotros mismos, más lo racional hará un buen hogar con lo emocional.
En conclusión:
- La crítica constructiva es un gran mito, y si bien esconde la tendencia a juzgar a quienes nos rodean, este hábito dice algo sobre nuestro déficit en las habilidades de autorregulación emocional.
- Preocuparse parece una buena idea, pero es solo una forma de evitar enfrentarse a la realidad, que acaba por convertirnos en esclavos de la evasión y justificar por qué, caras, «no podemos hacer más».
- La rumiación es otra trampa mental, y nos promete que nos sentiremos mejor si nos justificamos lo suficiente, porque nos falta la inteligencia emocional para aceptar que esto es suficiente y para reconocer la naturaleza imperfecta del ser humano.
- Las expectativas poco realistas nos impiden amar verdaderamente a quienes nos rodean. Al estar demasiado ocupados criticando, controlando y culpando, no nos queda la energía para estar agradecidos de tenerlos en nuestras vidas.
Cuando se trata de un cambio de imagen de EQ personal, el cambio se produce con el tiempo, a través del trabajo continuo con nosotros mismos y mucha atención. La transformación intrínseca no puede lograrse aplaudiendo, ni sería deseable hacerlo, porque al final no importa el destino, sino el viaje en sí.