
¿Cómo gestionamos el enfado en una relación de pareja?
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Hay momentos en que las emociones negativas hacia nuestra pareja terminan por abrumarnos, llegando incluso a tomar el control de nuestras acciones. El efecto dista mucho del deseado, el problema no se ha solucionado, es más, acabamos sintiendo como crece la distancia entre nosotros y el otro. Contrariamente a la creencia popular, la ira es una emoción normal y expresarla de manera asertiva en realidad puede apoyar la relación de una pareja. Y como antídoto, podemos recurrir a la empatía y la compasión con más frecuencia.
Si siento esto por ti, ¿eres realmente tú?
Si cuando se trata de nuestra propia persona, logramos ser indulgentes con nosotros mismos, aceptando que estamos en una continua formación y desarrollo personal, cuando se trata de nuestra pareja, en cambio, muchas veces pretendemos ser un «acabado». producto». Claro, en teoría podemos decir fácilmente, en cualquier momento, que somos comprensivos, tolerantes y maleables. En la práctica, sin embargo, cuando intervienen emociones negativas, tendemos a dejarnos llevar por su oleada y proyectarlas sobre el otro como definición de él. Es aquí donde comienzan los rótulos, las generalizaciones, las conclusiones desfavorables sobre la relación de pareja, seguidas de la insatisfacción, la frustración e incluso el sufrimiento. En resumen, las emociones negativas pueden conducir a acciones negativas, cuyas consecuencias conducen a emociones aún más negativas. Pero, ¿realmente la realidad objetiva se ve así?
¿Quién determina cómo me siento?
Estamos acostumbrados a decir «me haces sentir» o, aún más a menudo, «gracias a ti». Atribuimos al otro la capacidad de manipular nuestras emociones, desprendiéndonos del papel que jugamos en la gestión de las mismas. Sí, las acciones de la otra persona pueden ser un desencadenante de nuestra reacción emocional, pero la forma en que actuamos sobre nuestras emociones depende de nuestro discurso interno. En otras palabras, importa menos lo que hace el otro; lo realmente importante es el mensaje que me digo a mí mismo sobre lo que hizo. Nuestro monólogo interior a menudo esconde pensamientos negativos, heridas pasadas y no curadas y miedos de relación que no están relacionados con lo que está sucediendo aquí y ahora.
¿De quién es la culpa?
El juego de la culpa es destructivo en una relación de pareja. A veces ni siquiera nos damos cuenta de que estamos haciendo malabares con los roles de víctima y agresor, pasando del plano del herido, lesionado, al del agresor y causando lesiones a nuestra vez. Si en la primera postura consideramos que merecemos comprensión, apoyo y ayuda en relación con lo que sentimos, en la segunda buscamos justificar nuestras acciones, considerándolas de alguna manera justificadas. Cuando buscamos un chivo expiatorio, no estamos dispuestos a asumir nuestra parte de responsabilidad oa encontrar una solución junto con el otro. La relación no es competencia. Y al final, cuando se desmorona, no tenemos ganador. Solo perdemos o ganamos juntos.
Equilibrar expectativas en pareja
La poeta y ensayista Mary Karr escribió: «Una familia disfuncional es, de hecho, cualquier familia que tiene más de un miembro». Cuando nos sentimos solos e incomprendidos, una opción sería pensar que la otra persona podría estar sintiendo lo mismo. Que estamos en el mismo barco. Cuando esperamos que Él sea todo para nosotros, le estamos pidiendo demasiado. Si esperamos estar siempre de acuerdo, estamos pidiendo demasiado. Cuando queremos que no se equivoquen, les pedimos demasiado. Más allá de todo esto, aún podemos aprender a pedir lo que realmente necesitamos y ser pacientes hasta que nuestra pareja logre darnos lo que queremos. Nuestras necesidades no son negociables, pero es bueno analizarlas antes de formularlas y, al mismo tiempo, no tener la expectativa de que siempre serán satisfechas. La negociación y el compromiso, formulados de forma sana en una pareja, son absolutamente necesarios.
La necesidad de asertividad
Por regla general, cuando la situación de pareja hace aflorar una fuerte emoción negativa que nos hace actuar de forma impulsiva, explosiva, “temeraria”, esconde un problema más antiguo. Pueden ser heridas que no hemos sanado, miedos que tenemos miedo de verbalizar o admitir, incluso ante nosotros mismos.
En la medida de lo posible, para evitar conflictos, ayuda sentarse con su emoción negativa en un intento de descifrar el mensaje que le está enviando. Luego comunique este mensaje, de manera asertiva, al otro: «Tu acción/dicho me hizo pensar que… y esto me hace sentir…» Los puntos clave en este enfoque son los siguientes: «Tu acción/dicho» – que limita la situación a un comportamiento de la pareja, y no convierte todo en una acusación o una definición hacia él; «me hizo pensar» – lo que significa que asumo mi parte de responsabilidad; «y esto me hace sentir» – lo que comunica al otro el malestar que percibe. Los pensamientos necesitan un control de la realidad, especialmente cuando la tendencia es interpretar las acciones y pensamientos del otro. Las emociones, sin embargo, necesitan validación, siempre. No son negociables. No hay un «no deberías sentir esto», sino un «lamento que sientas esto, es desagradable». A partir de aquí, podemos determinar junto con el otro cómo evitar determinadas situaciones y cuál es la responsabilidad de cada uno. Tu pareja puede tomar en cuenta lo que te está causando malestar emocional, pero no manejará tus emociones negativas. Esta es tu responsabilidad.
Cómo nos ayudan la empatía y la compasión
Como decía, no olvidemos que jugamos en el mismo equipo y que solo ganaremos o perderemos juntos. Por tanto, en lugar de acusaciones y conflictos crecientes en la pareja, podríamos hacer un ejercicio de empatía, tratando de ver la perspectiva del otro. Para encontrar una solución común, beneficiosa para ambos, se requiere, en primer lugar, una escucha activa. Esto significa que, independientemente de lo que sintamos a nivel personal, tenemos la disposición de escuchar y tratar de entender lo que siente la otra persona también. A través de la compasión, podemos abordar ciertas situaciones con calma y franqueza, sin acusar ni juzgar, tratando de comprender lo que está sucediendo, encontrar puntos en común, ayudar, resolver. Además, la compasión va en ambos sentidos: hacia mí y hacia el otro.
Cuando cada uno da cabida al otro como pareja, mostrando atención y disponibilidad a sus necesidades o agravios, se crean las bases necesarias para el crecimiento de la relación. El papel de las emociones negativas es señalarnos cuando algo no funciona para nosotros, con el objetivo de hacer las cosas bien, no de alejarnos unos de otros.
Elecciones conscientes
Una relación de pareja duradera significa no abandonarse ante los desafíos que sin duda se presentarán con frecuencia. Las emociones negativas también pueden ser una oportunidad de crecimiento en una relación, señalando la necesidad de comunicarnos, de hacer valer nuestras necesidades, de negociar las cosas entre nosotros. Como pareja siempre tendremos un rol activo, y la manera de abordar los problemas es una elección que debemos tomar en cuenta. Después de todo, la relación en sí misma no es más que una elección consciente y asumida: la misma pareja, todos los días.