
¿Cómo sanamos si fuimos criados por padres emocionalmente inmaduros?
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En artículos anteriores , hablamos mucho sobre cómo nos afecta un ambiente donde nuestros padres eran emocionalmente inmaduros. En este artículo te invito a descubrir cómo podemos reinventarnos y cómo podemos sanar nuestras almas traumatizadas.
En la edad adulta, los niños privados de afecto pueden verse atrapados en la vorágine de la depresión y la ansiedad , una crisis existencial que les indica que es hora de reconectarse con su auténtico yo y cuestionarse quiénes son en realidad. Este es el momento providencial de un despertar que abre el camino a una vida vivida con sentido y en armonía con nuestra naturaleza más profunda.
¿Cómo reconocemos nuestro verdadero yo?
El Ser es el centro más profundo de nuestro ser, la fuente de nuestra individualidad y singularidad, el recipiente alquímico en el que tienen lugar todas las transformaciones y regeneraciones vigorizantes y satisfactorias de nuestro ser. Es la autoconciencia la que guía nuestra vida, estando conectados con la verdad interior más profunda, hacia la realización de nuestro potencial y autoperfeccionamiento.
Lindsay Gibson capta este aspecto de la manera más compleja, en el libro Hijos adultos de padres emocionalmente inmaduros : “El verdadero yo tiene las mismas necesidades que un niño sano y próspero: crecer, ser conocido y expresarse. Sobre todo, el verdadero yo te insta a desarrollarte, incluso cuando tu realización es lo más importante del mundo. Con este fin, exige que aceptes su guía, así como sus legítimos deseos».
El momento más cercano al verdadero yo ocurre en nuestra infancia, antes de que hayamos aprendido a autocriticarnos, a habernos avergonzado de nuestros pensamientos y sentimientos. Puedes descifrar algo de lo que realmente eres si vuelves a las cosas que te alegran el alma, te hacen vibrar. Me refiero a las situaciones y relaciones en las que te sientes libre y contento, los sueños que has dejado atrás, las fantasías sobre cómo sería tu vida si te permitieran vivirla plenamente. El verdadero yo se revela más allá del papel desempeñado en la sociedad, más allá de la panoplia de deberes, metas y tareas, más allá de la vestidura social apretada y brillante o la imagen piadosa y obediente del niño bueno capaz de sacrificarse.

Recuperar la paz interior y recuperar el poder personal también puede suceder en ausencia de una confrontación directa con los padres que nos hicieron daño a nosotros mismos y nos alejaron de nuestra naturaleza esencial. Más importante que tal confrontación (que muchas veces puede ser prematura y reabrir la herida) es enfrentar nuestras emociones, conectar con nuestra pérdida y la representación de nuestros padres dentro de nosotros, tal como fue sembrada en su momento en quienes eran niños indefensos incapaces de reaccionar.
La verdadera curación ocurre al remodelar nuestra relación con nosotros mismos desde un lugar de autocompasión y amabilidad. La presión del tiempo, el enorme estrés emocional, el caos en su vida personal, un ataque de pánico, todos pueden ser catalizadores del cambio.
La relación de los hijos adultos con padres emocionalmente inmaduros
A veces, incluso en la edad adulta, seguimos haciendo un esfuerzo considerable en un intento desesperado por acercarnos a nuestros padres. Pero el resultado sólo puede ser el agotamiento del alma, la desesperanza y la resignación de hacer oír nuestras necesidades del alma. Aprendemos muy rápido que para merecer algo, tenemos que trabajar muy duro para parecer dignos y perfectos. El gran problema es que tendemos a perpetuar estos patrones en nuestras relaciones. Y lo hacemos de múltiples maneras: proyectando nuestros problemas y expectativas infantiles poco realistas en las parejas, retrocediendo inconscientemente a la posición de niños indefensos, cuando nuestra vieja herida es reavivada por una situación presente, o cuando nuestra muy baja autoestima y actitud humilde nos Atrae personas o situaciones abusivas a nuestras vidas. Nos atrevemos a esperar hasta donde sentimos que merecemos y tenemos derecho a pedir. Si esperamos muy poco, recibiremos muy poco. La humildad y la modestia unidas a una autoestima muy baja nos bloquean y nos impiden prosperar en nuestras relaciones, en lugar de facilitar la cercanía y la aceptación.
La creencia popular nos dice que los padres aman a sus hijos incondicionalmente y que saben lo que es mejor para ellos y siempre actúan en su mejor interés. Como muestra de gratitud, los hijos a su vez deben amar a sus padres. En el caso de la relación entre padres inmaduros e hijos, no existe tal relación de reciprocidad, donde los padres se sientan responsables de amar y atender las necesidades tanto físicas como emocionales de los hijos y comprender apoyar su desarrollo psicoemocional. En una relación de reciprocidad, el amor fluye con naturalidad y fluidez, en un ambiente donde todos son escuchados y vistos, libres para expresar su personalidad y los dones con los que han sido dotados. En la relación inmadura, los padres esperan que sus hijos cicatricen sus heridas, se anticipen a sus necesidades,
Te invito a reevaluar cuánto puedes esperar de tu relación con tu madre o tu padre. Siendo realistas, es posible que tus padres no puedan satisfacer tu necesidad de amor. Pero es importante que te conectes con esta necesidad y plantes esta semilla en un suelo emocional más fructífero.
Maneras de recuperar el poder personal
Cuando no existe una posibilidad real de conexión emocional con nuestros padres, sugiere la psicóloga Lindsay Gibson , lo que nos queda es practicar una postura de observador neutral, desapego emocional y físico. Practicar este sano desapego es el camino real para recuperar el poder personal y liberarse de una atmósfera contaminada por el caos emocional, el trauma y la intoxicación.
Es muy importante mantenerse en contacto y receptivo consigo mismo, hasta los límites de su comodidad emocional y sus necesidades. Una de las reacciones típicas es la de desvincularse, cuando las exigencias del otro se vuelven demasiado apremiantes. Al hacerlo, te alejas del centro de tu ser, de tu autenticidad y, por implicación, de la fuente de tu poder. Es importante mantenerse en contacto con los demás tanto como sea soportable y cómodo para usted. El hecho de que perdamos nuestro equilibrio interior es una señal de que la relación con el otro es disruptiva y tóxica, y que, muy probablemente, tus límites han sido violados por mucho tiempo.
Conclusión
A veces, lo máximo que podemos esperar es un parentesco más distante, frío y superficial. Cuando nos damos cuenta de que la otra persona es emocionalmente inmadura, aprendemos a restablecer nuestras expectativas de una manera realista. No podemos obligar a los demás a que nos comprendan o sean empáticos. Todos responden de acuerdo a la madurez y nivel de desarrollo que han alcanzado en ese momento. Más que la esperada respuesta del otro, lo que nos ayuda es el simple hecho de expresar de forma clara y concisa cuál es nuestra necesidad. Nombramos con firmeza, calma y franqueza lo que creemos y sentimos que nos da consuelo y nos trae paz. También es importante establecer una meta relacionada con lo que esperamos o necesitamos obtener de la otra persona: que me escuche, que me escuche, que me pida perdón, etc. Es más importante gestionar la interacción con ellos,
Cada uno de nosotros merece vivir nuestras vidas con significado. Tenemos derecho a dejar atrás aquello que dificulta nuestro paso por la vida y nos impide progresar. Somos libres para armonizar nuestro universo interior con nuestro universo exterior y permitir que nuestros dones interiores se abran paso en el mundo, florezcan y revitalicen nuestras vidas.