¿Estrés enemigo o aliado? ¡Tú decides!

¿Estrés enemigo o aliado? ¡Tú decides!

El estrés no debe eliminarse de nuestras vidas, y tampoco tenemos una manera de hacerlo. Si sabemos cómo “usar” el estrés, puede ayudarnos a rendir mejor, concentrarnos mejor, estar más motivados y más sanos.

Últimamente, el estrés se ha convertido en el enemigo número uno, al que se le atribuyen muchos efectos nocivos sobre nuestra salud, relaciones y rendimiento. Pero el estrés no es independiente de nosotros, al contrario, es muy subjetivo y tenemos la posibilidad de “elegir” cómo y de qué manera nos influye.

El propósito de este artículo es argumentar que el estrés no es necesariamente algo malo. Para comprender los argumentos a favor de esto, debemos comprender qué es realmente el estrés y cómo se manifiesta.

¿Qué es estrés?

El estrés es un estado de malestar que se produce cuando nos enfrentamos a situaciones difíciles, peligrosas o importantes.

El estrés es subjetivo, es decir, no para todos los que se presentan en la misma situación. Sentimos estrés en una determinada situación si evaluamos esa situación como difícil, peligrosa o importante y si sentimos que no tenemos los recursos para enfrentarla.

El estrés se basa en un mecanismo neurofisiológico llamado mecanismo de “lucha o huida”. Se activa automáticamente cuando nos encontramos en una situación de peligro desde un punto de vista objetivo (alguien nos está atacando) o subjetivo (tenemos que presentar una obra).

En estas situaciones, el cerebro activa automáticamente el mecanismo de defensa del cuerpo, lo que provoca la liberación de las llamadas “hormonas del estrés” en la sangre: hacen que los músculos se tensen, el corazón late más rápido, la respiración se vuelve más rápida y sudor. Estos cambios pueden ayudarnos en una situación de peligro real: huir o defendernos, pero pueden afectar nuestro desempeño en situaciones en las que el peligro no es real, como una presentación frente a una audiencia.

Tipos de estrés

Estrés agudo

El estrés agudo es el estrés a corto plazo, es el estado de energía que tenemos cuando llegamos tarde, cuando tenemos que cruzar la calle rápido porque un coche viene a toda velocidad hacia nosotros, cuando tenemos un trabajo que presentar, cuando hacemos un examen o tenemos una reunión importante.

A nivel fisiológico, el estrés agudo puede manifestarse por dolores de cabeza, mareos, sudoración, diarrea, dolor en la zona del pecho, tensión muscular, latidos cardíacos más rápidos y respiración acelerada.

Este tipo de estrés no es dañino a corto plazo, pero hay una serie de personas que experimentan este tipo de estrés con frecuencia. Hay personas a las que les cuesta organizar su tiempo o se preocupan en exceso por todo.

Cada vez más estudios demuestran que estos episodios frecuentes pueden afectar la salud de la persona debido a que las hormonas del estrés en la sangre a largo plazo pueden influir en la aparición de problemas de salud como migrañas, hipertensión, problemas cardíacos, depresión, ansiedad, problemas para dormir.

Estrés crónico

El estrés crónico es el estado de tensión continua en el que nos detiene un problema del que no vemos salida. Puede ser un trabajo con el que no estamos contentos, una relación disfuncional, un problema de salud o problemas económicos. Este tipo de estrés es peligroso tanto para nuestro estado emocional como para nuestra salud física. Los estudios sugieren que el estrés crónico está relacionado con seis de las causas de mortalidad: problemas cardíacos, cáncer, enfermedades pulmonares, accidentes, cirrosis y suicidio.

Cuando hablamos de estrés crónico, es muy importante actuar para reducir su influencia sobre nosotros. Esto nos exige observar cómo nos afecta, tratar de eliminar las causas, solucionar los problemas o pedir ayuda especializada para reducir el estrés al que estamos expuestos día a día.

Con respecto al estrés agudo, tenemos una forma muy accesible de lidiar con él: la forma en que pensamos.

¿Estrés enemigo o aliado? ¡Tú decides!

¿Cómo usas el estrés a tu favor?

Una serie de estudios han documentado la influencia que tiene nuestra forma de pensar en la forma de reaccionar de nuestro cuerpo.

Dos aspectos me parecieron muy importantes en este sentido para sustentar la idea de que el estrés agudo no es dañino, a menos que así lo creamos.

Regla 1: Ten confianza en tus habilidades

Como decía en la primera parte del artículo, un componente importante del estrés es la valoración que hacemos de la situación y de nuestros recursos para afrontarla.

Si evaluamos la situación como peligrosa y estamos poco preparados para afrontarla, sentiremos estrés. Por otro lado, si evaluamos la situación como un reto y nuestros recursos como suficientes para afrontarlo, tendremos una reacción similar al estrés, pero una reacción más saludable para el organismo, que además favorece el rendimiento.

Tanto el estrés como los desafíos se caracterizan por la activación del sistema nervioso simpático (responsable de la reacción de “lucha o huida”) – la diferencia radica en que cuando tenemos un desafío aumenta la eficiencia cardíaca, los vasos sanguíneos periféricos se dilatan y pretender resolver el problema o lograr nuestro objetivo. Este tipo de respuesta se asocia con un mejor rendimiento. Cuando evaluamos la situación como estresante, la eficiencia cardíaca disminuye, los vasos sanguíneos periféricos se contraen y tendemos a evitar el “peligro”. Este tipo de reacción afecta momentáneamente nuestra capacidad de toma de decisiones y, a largo plazo, se ha asociado con un deterioro cognitivo más rápido y problemas cardíacos.

En otras palabras, la forma en que pienso sobre una situación y mis recursos para enfrentarla pueden ayudarme a enfrentarla y pueden contribuir a una mejor salud a largo plazo.

No es el estrés lo que nos mata, sino la forma en que reaccionamos ante él.

Por ejemplo, cambiamos el lugar de trabajo. Evaluamos esta situación como importante, tal vez difícil, por lo que se puede producir estrés. Si evaluamos que no tenemos las habilidades suficientes para desenvolvernos en el trabajo, nos sentiremos tensos, estaremos atentos a cualquier indicio de que los demás no aprecian nuestro trabajo, nos costará concentrarnos en lo que tenemos que hacer y nos sentiremos muy ineficaces.

Por otro lado, si tenemos en cuenta que obtuve el trabajo después de una entrevista, por lo que se supone que tengo las habilidades para enfrentar el trabajo, solo tengo que dar lo mejor de mí. Estaré más centrado en lo que tengo que hacer, no estaré relajado pero estaré motivado para rendir lo mejor posible y tendré los recursos suficientes para centrarme en mis tareas.
¿En cuál de las dos situaciones crees que tendré un mejor desempeño?

Importa mucho cómo formulamos nuestras metas, si me dicen “tengo que trabajar muy bien para que no me despidan” percibiré la situación como peligrosa. Esto me hará más ansioso, menos motivado y menos eficiente. En cambio, si me propongo a mí mismo “Quiero hacer un buen trabajo en el nuevo lugar de trabajo para mostrarles que tienen un empleado valioso”, veré la situación como un desafío, esto me hará más eficiente, más enfocado y más motivado. para involucrarse en las tareas.

Regla 2: Si crees que te ayuda, te ayudará

El segundo aspecto está relacionado con la forma en que pensamos sobre las reacciones de nuestro cuerpo a los factores de estrés. Si evaluamos las reacciones de nuestro cuerpo al factor estrés como beneficiosas, el estrés tiene un efecto positivo en el rendimiento. Así, si a partir de hoy te dices a ti mismo que las emociones que tienes antes de hablar frente a una audiencia te ayudarán a concentrarte mejor en lo que tienes que hacer, a estar más motivado y ser más eficiente, exactamente eso sucederá. Ya no interpretarás negativamente todas las señales de que tienes emociones y te sentirás más seguro y eficiente.

Este cambio en la forma en que pensamos acerca de las reacciones de nuestro cuerpo al estrés puede convertir estas reacciones en manifestaciones específicas de un desafío, por lo que ya no experimentamos estrés sino que vemos desafíos.

Conclusión

Aunque parece que las personas tienen una tendencia relativamente estable a ver una situación difícil como estresante o un desafío, esta tendencia puede modificarse ya sea por el esfuerzo voluntario o por el apoyo psicológico.

El primer paso en la lucha contra el estrés es transformarlo: el estrés es un mensaje de que ciertas condiciones del entorno están cambiando y debemos adaptarnos. Tenemos la opción de preocuparnos, catastrofizar o preparar nuestros recursos y tomar la situación como un desafío. Lo que nos muestran estudios recientes es que la segunda alternativa es mucho más saludable no solo a corto plazo a nivel de emociones sino también en cuanto a los efectos sobre nuestra salud a largo plazo.

La forma en que pensamos puede ayudarnos o perjudicarnos, si creemos que cierta cosa puede ayudarnos, nos ayudará, entonces, ¿por qué no veríamos más desafíos y menos amenazas?

Mi recomendación de lectura para entender mejor el estrés

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