La comida como forma de "llenar el vacío"

La comida como forma de «llenar el vacío»

Nuestra relación con la comida es a veces complicada, pero es fundamental para comprender nuestras emociones y estados mentales. El vínculo entre la alimentación y el estado de ánimo ha sido establecido por cientos de estudios científicos. Demostraron la conexión entre el deseo de consumir un alimento en particular y la necesidad de asimilar algunos micronutrientes específicos. Estos micronutrientes son utilizados por el organismo para regular nuestras emociones, estado de ánimo o estado físico.

Parece que uno de los alimentos más populares que la gente quiere es el chocolate. El chocolate contiene una sustancia química llamada feniletilamina, la misma sustancia química que secretan nuestros cerebros cuando sentimos la emoción del amor romántico.

¿Porqué la comida llena nuestro vacío?

Como psicólogo, es importante destacar que la comida puede ser utilizada como un mecanismo de afrontamiento emocional para llenar un vacío emocional o satisfacer una necesidad emocional no satisfecha. La comida, en particular los alimentos altamente procesados y con alto contenido de grasas y azúcares, puede activar centros de recompensa en el cerebro, lo que puede proporcionar una sensación temporal de placer y satisfacción. Esta sensación puede ser reconfortante para alguien que experimenta sentimientos de soledad, aburrimiento, tristeza o estrés.

Además, la comida también puede proporcionar una sensación de control para las personas que se sienten impotentes o sin control sobre su vida. Al elegir qué comer y cuándo comerlo, pueden sentir que tienen algún control sobre su situación. También es común que las personas utilicen la comida como una forma de auto-recompensa o auto-cuidado, lo que puede ayudar a aliviar el estrés o la ansiedad.

Sin embargo, es importante destacar que el uso excesivo de la comida como mecanismo de afrontamiento puede tener consecuencias negativas para la salud física y emocional de una persona. Es importante buscar otras formas más saludables de afrontamiento emocional, como la meditación, el ejercicio físico, el habla con amigos y familiares cercanos, o la terapia psicológica si es necesario. Un psicólogo puede ayudar a una persona a comprender y abordar los problemas emocionales subyacentes que pueden estar contribuyendo al uso excesivo de la comida como mecanismo de afrontamiento.

Motivos por qué abundamos de la comida

Hay varios motivos por los cuales las personas pueden tener una tendencia a abundar en la comida:

  1. Instintos de supervivencia: Históricamente, los seres humanos han desarrollado instintos de supervivencia que los llevan a almacenar grasa en el cuerpo en tiempos de abundancia de alimentos para prepararse para los tiempos de escasez. Aunque hoy en día no experimentamos la misma escasez de alimentos que en el pasado, estos instintos siguen presentes en nuestro cerebro.
  2. Disponibilidad de alimentos: En muchas sociedades modernas, la comida está disponible en abundancia y con facilidad. La comida es a menudo muy procesada y alta en grasas, azúcares y calorías, lo que puede llevar a un consumo excesivo.
  3. Comida como recompensa emocional: Como mencioné anteriormente, la comida puede ser utilizada como mecanismo de afrontamiento emocional para llenar un vacío emocional o satisfacer una necesidad emocional no satisfecha. Esto puede llevar a un consumo excesivo de alimentos como una forma de sentirse mejor emocionalmente.
  4. Presión social: La presión social para comer grandes cantidades de alimentos en ciertas situaciones sociales, como reuniones familiares o fiestas, puede llevar a un consumo excesivo de alimentos.
  5. Hábitos alimentarios: Los hábitos alimentarios pueden ser difíciles de cambiar y pueden llevar a un consumo excesivo de alimentos. Si alguien está acostumbrado a comer grandes porciones o comer ciertos alimentos con frecuencia, puede ser difícil para ellos reducir su consumo.
  6. Ansiedad: Las personas con ansiedad pueden recurrir al consumo excesivo de alimentos como una forma de lidiar con sus sentimientos de ansiedad. Esto puede llevar a un patrón de comportamiento alimentario poco saludable y a un aumento de peso.

Disfrutar de la comida como recompensa de vez en cuando es una parte normal y natural de la vida. Sin embargo, surgen problemas si esta es la única estrategia que utilizamos para alcanzar un estado de bienestar, y si sucede con tanta regularidad que comenzamos a sentirnos fuera de control.

Todo tipo de emociones pueden obligarnos a comer: desde estados de ánimo no deseados (como frustración, ansiedad, preocupación), hasta emociones positivas o incluso sentimientos neutrales (como aburrimiento y apatía).

Los comportamientos exhibidos por los padres pueden tener un impacto significativo en el desarrollo (o no) de un trastorno alimentario. Las actitudes de las figuras paternas son increíblemente importantes en el desarrollo de la psique del niño. Cuando un padre tiene una relación enfermiza con la comida, esto se puede transmitir al niño. Por ejemplo, la imagen corporal poco saludable de una madre y su obsesión por contar calorías se transfieren fácilmente a su hija adolescente.

La comida se usa a menudo para hacer que un niño se «sienta mejor». Sin embargo, usar los alimentos de esta manera puede tener un efecto negativo en el desarrollo de preferencias y conductas alimentarias futuras.

La preferencia por los alimentos dulces está presente desde el nacimiento y, a medida que los niños crecen, se mantiene constante. Esta predisposición brinda a los padres una herramienta de negociación muy útil que puede usarse para lograr que el niño se comporte de cierta manera. Muchos padres creen que regalar dulces trae felicidad al niño. El uso de alimentos como recompensa, soborno o para «mejorar las cosas» se asocia con una serie de resultados menos deseables. Cuando los alimentos se usan para hacer que un niño se sienta mejor, puede volverse dependiente de ellos para regular sus emociones en el futuro.

Un estudio encontró que más del 40 por ciento de las niñas que hicieron dieta lo hicieron porque sus propias madres las instaron a hacerlo. Si un padre le dice a su hijo que coma más o que baje de peso, plantará las semillas de una imagen corporal negativa. Cuando una madre o un padre trata a un niño de una manera que lo hace sentir inferior, existe una probabilidad significativamente mayor de que ese niño desarrolle un trastorno alimentario. Además, los trastornos alimentarios a menudo pueden ser un mecanismo de afrontamiento que los jóvenes desarrollan como una forma simbólica de lidiar con las dificultades en el hogar y los desafíos en las relaciones con los padres. Es una forma inconsciente de «reaccionar».

Los expertos estiman que el 75% de comer en exceso es causado por las emociones.

Muchos de nosotros descubrimos que la comida puede traer consuelo, al menos a corto plazo. Como resultado, a menudo recurrimos a la comida para curar problemas emocionales o aliviar el malestar. La comida con el papel de calmarnos se convierte en un hábito, lo que nos impide aprender otras habilidades, que podrían solucionar eficazmente nuestro estrés emocional.

Los efectos psicoactivos de ciertos alimentos que provocan antojos son similares al comportamiento de automedicación y se cree que alivian una deficiencia central de serotonina.

La psicología enfatiza el papel de las emociones negativas (p. ej., la ira) como desencadenantes de los antojos, y las teorías del aprendizaje argumentan que los antojos son una respuesta aprendida. Muchas personas comen no porque tengan una necesidad nutricional, sino porque sienten una emoción desagradable (como rechazo, soledad, estrés, depresión, miedo, traición, inutilidad, derrota, impotencia o desesperanza). Este comer en exceso emocional a menudo conduce a un exceso de grasa y otros problemas de salud.

Los dos tipos de hambre son:

  • Hambre emocional. Es repentino y específico, reclamando un solo alimento; debe satisfacerse al instante; conduce a otros antojos de alimentos específicos, especialmente aquellos con alto contenido de grasa y azúcar; provoca sentimientos de culpa, vergüenza e impotencia.
  • Hambre fisiológica. Se origina en el estómago, se activa gradualmente y responde a una variedad de alimentos; no provoca emociones negativas.

Si podemos aprender la diferencia entre el hambre emocional y fisiológica, podremos satisfacer más fácilmente nuestras necesidades emocionales.

¿Cómo separamos nuestras emociones de la comida? Para empezar, debemos recordar el verdadero propósito de la comida: nutrirnos.

Prevenir el comer emocional implica principalmente reducir el estrés, usar formas constructivas de comprender y manejar las emociones y usar los alimentos como una fuente de energía en lugar de una forma de resolver problemas.

Recuerda el dicho: «Comemos para vivir, no vivimos para comer».

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *