
Perder el control ante lo inesperado
Perder el control ante un evento inesperado: ¿por qué sucede?
¿Alguna vez has sentido tanta ira y ansiedad porque alguien o algo arruinó tus planes? Tal vez un retraso, una cita que salió mal o una actividad que ha tomado mucho tiempo.
En estos casos, cuando se saltan la rutina y las acciones planificadas , las reacciones pueden ser muy fuertes (por no decir excesivas) y de ira y ansiedad .
Si se te ocurre revisar la forma en que vives tu día a día, este artículo puede serte útil para comprender mejor lo que sucede y cómo es adecuado abordarlo.
La obsesión por tenerlo todo bajo control
Este problema suele estar presente en quienes tienden a ser obsesivos y tienen necesidad de control : en consecuencia, terminan endureciendo los esquemas que aplican en la vida cotidiana (por ejemplo, «las cosas deben hacerse de cierta manera y no es posible hacerlas»). diferente»).
En estos casos la persona, siempre por la “manía de control” puede tener presente la lista de todas las actividades a realizar. Esto puede conducir a una sobrecarga mental o a establecer rituales de comportamiento (acciones y rutinas establecidas de las que no puede prescindir).
Quienes abordan la vida cotidiana de esta manera hacen todo lo posible para evitar que sus programas sean cambiados , esforzándose por repetirlos siempre de la misma manera.
Esto se ve en la programación del trabajo, las actividades del hogar o con niños, mantener a raya las relaciones, etc.
Lo inesperado que genera el tsunami emocional
Pero, ¿qué sucede cuando las acciones de la rutina diaria saltan menos debido a eventos inesperados ?
En estos casos se crea el control que hace que pierdas el control , es decir, el intento obsesivo de tener que controlarlo todo lleva a perder el control. Las reacciones resultantes pueden ser negativas y excesivas , y la persona puede tener dificultades para controlarlas.
En muchos casos es de hecho lo inesperado lo que genera un trastorno en la programación , lo que podría llevar a la persona a enfadarse e implementar conductas negativas.
Esto se debe a que fracasa el esquema previsto que le permitía tener certezas. Esto lleva a experimentar una serie de fuertes sentimientos negativos de ansiedad y angustia , dando como resultado una ira dirigida a restablecer la situación inicial. Esta ira a menudo se dirige hacia personas o situaciones que han creado lo inesperado o incluso hacia uno mismo, cuando uno se cree responsable del retraso.
Pero veamos más concretamente las emociones que se sienten en estos casos.
Perder el control de las emociones
El primer gran sentimiento es la sensación de impotencia y sobre todo de inseguridad . La persona se percibe a sí misma como “en peligro” porque todo lo que se implementa para mantener el control falla.
La ira y la ansiedad a menudo se suman a esta sensación de inseguridad.
La ira , como sabemos, es una de las emociones básicas que nos pertenece a todos y que tiene la función de eliminar los obstáculos que se presentan . Cuando apuntamos a una meta y ocurre algo inesperado, interviene para restaurar el estado anterior.
La ansiedad , por su parte, se manifiesta con miedo e inquietud , junto a una serie de síntomas fisiológicos (sudoración, aumento del ritmo cardíaco, temblores, etc.). La función es evitar la amenaza. En estos casos se genera por patrones que fallan y llevan a la persona a sentirse aplastada por el pensamiento (obsesión) de las actividades que deja atrás por lo inesperado.
Cuando la sensación de pérdida de control persiste, los estados de ansiedad a menudo pueden empeorar, dando lugar a un ataque de pánico .
Cómo construir un control que funcione
Lo que, en este punto, puede preguntarse es: ¿cómo es posible intervenir concretamente en este problema tan impactante?
A continuación, le he dado algunas sugerencias que pueden ayudarlo a abordar el problema de una manera más funcional.
Descubre qué hay detrás
Toma nota de las situaciones que «te ponen nervioso» cuando las cosas no salen como quieres. Si ya los tienes en mente, puedes hacer directamente una lista, ordenándolos desde el más molesto y el que más enfado genera hasta el que menos.
Por el contrario, intente llevar un diario donde pueda registrar cuándo surgen estos estados emocionales. Específicamente lleva un registro del día, el lugar, las personas con las que estuviste, las emociones que sentiste y lo que estabas haciendo. También es muy útil marcar los pensamientos espontáneos que los desencadenaron en ese preciso momento.
Hacer este primer ejercicio te ayudará a comprender por qué se activan ciertos comportamientos y pensamientos y, por lo tanto, a gestionarlos.
Mirar el problema desde afuera es el primer paso para comenzar a generar cambios.
Acepta lo que no puedes controlar
Es un hecho que es imposible tener control sobre todo lo que nos rodea, pero solo podemos tener control sobre lo que depende de nosotros. Aceptar esto es un paso más para aprender a responder de manera diferente cuando surge lo inesperado.
Construir resiliencia
La resiliencia es la capacidad de recuperarse rápidamente de las dificultades o de adaptarse fácilmente a la adversidad y al cambio.
Para no perder el control en cada situación y desarrollar resiliencia tienes que aprender a vacunarte ante lo inesperado (lo más probable es que no lo seas) para que puedas desarrollar agilidad mental . De esta manera, aprenderá a procesar eficazmente la experiencia del estrés y responder en lugar de reaccionar ante cualquier situación o persona difícil. La agilidad mental depende de la capacidad de cambiar el enfoque (sin reprimir, pero manteniéndose neutral) lejos de los factores estresantes, para manejarlos con éxito y cambiar la perspectiva.
Pedir ayuda
Las sugerencias anteriores pueden ser útiles en la medida en que este control excesivo no esconda nada más debajo. De hecho, muy a menudo nos llenamos la cabeza (y el día) de cosas que hacer para evitar pensar en recuerdos o situaciones que nos hacen sentir mal. En este caso es recomendable pedir el apoyo de un psicólogo .