
Seré madre cuando quiera, si quiero y si puedo
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Oficialmente, la primavera llega por sí sola y los días soleados nos dicen que el verano ya casi está aquí. El renacimiento de la naturaleza comienza con el martisor y continúa con el 8 de marzo, el día que celebramos a las mujeres y… a las madres. Las cosas pueden parecer idílicas, pero al observar más de cerca estos motivos de celebración notamos que existe una superposición entre el rol de madre y el de mujer. Y las mujeres que no cumplen el papel de madre se sienten, en este día, menos mujeres y por tanto indignas de ser celebradas el 8 de marzo.
Puede parecer delicado abordar este tema, me dije, cuando comencé a «tejer» este artículo, pero creo que es hora de hablar abiertamente sobre un tema que no tenemos el coraje de abordar excepto en susurros, en – una charla íntima con tu mejor amigo.
¿Por qué nos convertimos en padres a edades cada vez más avanzadas?
Cada vez más mujeres luchan contra la infertilidad. Desgraciadamente, las estadísticas confirman esta afirmación, y la realidad nos muestra que la edad hasta la que las mujeres pueden traer hijos al mundo de forma natural empieza a aumentar cada vez más, mientras que la menopausia y la perimenopausia parecen hacer su aparición mucho antes que en nuestro generaciones de madres. Si nuestros abuelos se convirtieron en padres alrededor de los 20 años, y nuestros padres alrededor de los 25 (¡como máximo!), las generaciones actuales terminan teniendo hijos a principios de los 40 (e incluso más allá de esa edad).
Las razones son varias. La lista de objetivos que nos proponemos alcanzar se vuelve más larga y más difícil de marcar en los primeros años después de la graduación. Por supuesto, la migración de los pueblos de provincia a las ciudades más grandes a la Capital y la falta de ayuda constante pueden constituir otro impedimento para alcanzar más rápidamente el target personal. El mercado laboral altamente volátil y la falta de estabilidad financiera nos hacen retrasar la paternidad. A todo esto se suma encontrar una pareja compatible, misión que parece cada vez más difícil estos días, porque nuestras exigencias también han aumentado.

¿Somos menos mujeres si no cumplimos también el rol de madres?
Para encontrar la respuesta a esta pregunta, solicité la ayuda de Alina Uricec, psicóloga y psicoterapeuta, y de Cristina Petrescu-Ghenea, psiquiatra y psicoterapeuta, ambas activas dentro de la Asociación Multicultural de Psicología y Psicoterapia (AMPP), para entender mejor por qué la ausencia de la maternidad en la biografía sacude nuestra condición de mujer.
La psicóloga Alina Uricec desmiente esta hipótesis y dice que: “La maternidad es solo una de las muchas facetas de la feminidad. Es, sin embargo, un rol y una construcción social que aún está íntimamente ligada a la identidad femenina. Todavía vivimos en una sociedad, donde las niñas son socializadas para convertirse en futuras madres. Y en ese contexto, cuando una mujer no es madre, ya sea por circunstancia o por elección, es considerada “incompleta”, incluso por algunas mujeres que son madres. Es cierto que el número de mujeres que no tienen hijos está aumentando, y las mujeres parecen separarse en dos tribus: las que tienen hijos y las que no tienen hijos».
Lo que señala Alina Uricec es que: «Esto también sucede porque cuando aparece un hijo, las prioridades cambian, y las madres con hijos tienden a gravitar unas hacia otras, por al menos dos razones: la necesidad de consuelo de parte de otra madre». lado que lo que están haciendo como padres es bueno, así como la falta de una familia extensa que los apoye».
Siguiendo la misma idea, la psiquiatra Cristina Petrescu-Ghenea pone el punto sobre la i, señalando que: «Cada uno de nosotros tiene, en su interior, tanto partes que la sociedad ha designado como femeninas, como partes tradicionalmente consideradas como masculinas». Según Cristina, “es importante que, independientemente de nuestro sexo o género, integremos todas estas partes, y para poder hacerlo, también necesitamos un pensamiento crítico que nos ayude, conscientemente, a analizar las reglas y las presiones sociales, que se nos imponen, para informarnos para entender por qué existen y a quién sirven, pero también para ver en qué medida nos son útiles en la vida».
La conclusión es la misma: ser padre o no no te hace más o menos mujer u hombre. Por otra parte, Cristina Petrescu-Ghenea opina que: «Las personas que eligen no tener hijos propios pueden ser especialmente útiles para la comunidad: pueden ser muy buenos profesionales, pueden ser tíos y tías o mentores extraordinarios en la vida de niños y jóvenes».
Infertilidad: sobre el dolor de no poder ser padres
Cada vez más jóvenes están «luchando» contra la infertilidad (y nos referimos tanto a mujeres como a hombres, igualmente afectados por este problema médico). La infertilidad tiene el poder de desestabilizar a una pareja, afectando la dinámica relacional, pudiendo llegar incluso a la ruptura del vínculo entre dos personas, sobre todo si no se encuentra cura o, en su caso, aceptación.
No existe una receta generalmente válida para poder gestionar el problema de la infertilidad (si es que nos enfrentamos a él). En este sentido, la psicóloga Alina Uricec cree que: «Depende de muchos aspectos, de la forma en que se estructura nuestra psique e identidad, de los mensajes que recibimos sobre la maternidad y la feminidad y del apoyo que tengamos de las personas cercanas a nosotros cuando nos enfrentamos a una experiencia así».
La psicóloga Alina Uricec explica la presencia de la palabra «pérdida» en el vocabulario de las mujeres que no pueden tener hijos, porque «de lo contrario no habría dolor, y cuando crecimos con la idea de la maternidad como algo intrínsecamente ligado a la idea de feminidad y una parte importante de la identidad de una mujer, tal situación puede ser difícil de integrar y, por supuesto, llevará tiempo hacerlo».
Para alguien que realmente quiere tener hijos, los problemas de fertilidad pueden representar un gran dolor, de hecho, concluye la psiquiatra Petrescu-Ghenea. Al mismo tiempo, desde su experiencia como psicoterapeuta notó que: “Este dolor suele ir acompañado de mucha vergüenza. Y creo que esto tiene relación exactamente con el estereotipo que tratamos de desmantelar arriba: eres menos mujer si no tienes hijos”. Una exhortación que hace la psiquiatra Cristina Petrescu-Ghenea es la siguiente: «Antes de pasar a solucionar el problema, pensando en recurrir a intervenciones médicas para aumentar la fertilidad o la adopción, sería saludable analizar críticamente cómo nos duele y cómo nos hace nosotros sufrimos la presión social de ser padres». Más exactamente,
Según Cristina Petrescu-Ghenea: «No hay certeza de que este proceso suavice el dolor, pero al principio podemos sentir mucha rabia y dolor, pero luego terminaremos viviendo una vida más libre, con más aceptación de uno mismo y serenidad». «.
Desde una perspectiva psicológica, la psicóloga Alina Uricec aprecia que: “La aceptación viene después de que nos hemos permitido pasar por la labor del duelo y solo después, del otro lado del dolor, descubrir el sentido de nuestra experiencia y poder manifestar diferentes aspectos de la maternidad, en otros contextos».
¿Cómo le transmitimos a nuestra pareja que no queremos tener hijos?
La comunicación en pareja es un tema delicado y lo catalogo como tal porque, al inicio de cualquier relación, la conversación entre los dos socios está salpicada de corazones, estrellas y dulces palabras (sin que haya temas complicados para debatir seriamente), y con la superación de la etapa del amor romántico y la entrada en la lucha por el poder, automáticamente, comienzan esos “juegos” psicológicos donde cada uno de los integrantes de la pareja piensa detenidamente en su interacción, de tal manera que no parezca que está subordinado al otro. o que es el único que inicia las discusiones.
Más allá de estas burlas y cuentas relacionales primarias, muchas parejas aprecian comunicar libremente sus deseos, necesidades y planes personales a su pareja, pero en una inspección más cercana, en realidad se transmiten en secreto, ya sea para no asustar al otro. para no posicionarse inferiormente.
Así, muchas personas acaban entrando en relaciones a largo plazo sin poder transmitir (directamente) a sus parejas las expectativas que tienen de ellas. Posteriormente, muchas de estas parejas se separan, ya que se encuentran en diferentes puntos existenciales, pero debido a que los socios no fueron capaces o lo suficientemente valientes para verbalizar estas cosas, su historia terminó, pero con un costo grave: tiempo perdido, sin una visión de la futuro.
A juicio de Alina Uricec: “Abordar este tema en una relación de pareja, sobre todo cuando nos damos cuenta de que queremos una relación a largo plazo, demuestra madurez y asunción de algunas opciones. Es problemático cuando, después de años de relación, los socios se dan cuenta de que quieren cosas diferentes, en cuanto a la idea de familia, y se sienten engañados por las expectativas que han creado, siguiendo algunas proyecciones».
Cristina Petrescu-Ghenea es de la misma opinión y destaca que: “Si estamos seguros de ello, cuanto más rápido y claro comuniquemos este hecho, mejor para nosotros y para nuestra pareja. Por lo tanto, todos pueden tomar sus propias decisiones informadas».
Ser mujer no es un rol fácil (la realidad, pero también la historia lo demuestra), pero precisamente esta amalgama de experiencias y desafíos nos hace tan vulnerables como fuertes. La ausencia de la maternidad no excluye la feminidad, lo que significa que nacemos mujeres, no nos convertimos, cuando elegimos ser madres también.
El 8 de marzo es el día de la mujer, pero en España es una fiesta asociada, en gran medida, a las madres. Es importante decir que en otros países el Día de la Madre se celebra el segundo domingo de mayo, lo que vuelve a diferenciar los dos roles: el de madre y el de mujer.
Conclusión
En conclusión, ser madre es una de las decisiones más importantes en la vida de una mujer. Sin embargo, es fundamental recordar que esta elección debe ser personal y respetada por todos. Todas las mujeres tienen el derecho de ser madres cuando quieran, si quieren y si pueden, sin importar su edad, orientación sexual o estado civil.
Es importante comprender que el tiempo y las circunstancias pueden ser diferentes para cada persona y que lo importante es tomar la decisión correcta para uno mismo. Si estás considerando ser madre, asegúrate de estar lista para asumir esta gran responsabilidad y de estar en un entorno emocional y físico adecuado para el cuidado de un niño.
En definitiva, ser madre es una de las aventuras más gratificantes que una mujer puede experimentar en su vida. Ya sea que decidas tener un hijo biológico o adoptar, lo importante es tomar la decisión correcta para ti y estar segura de que estás lista para asumir esta gran responsabilidad. Así que no importa cuál sea tu camino para convertirte en madre, recuerda que siempre es posible y que tendrás todo el amor y la felicidad del mundo cuando lo logres.