
Sufrimiento psicológico – ¿Cómo afrontarlo?
Índice
El sufrimiento psicológico ejerce presión sobre la familia del paciente .
Los cambios se refieren tanto a un caos interno en cada miembro, a nivel de sentimientos y emociones, como a un caos externo, a nivel de organización de la vida familiar y división de tareas.
¿Cómo puede organizarse mejor la familia?
La confusión de roles y la imposibilidad de que cada uno cumpla con sus deberes son características comunes en estas familias.
Cuando un hijo adulto tiene una patología grave, los padres no tienen ganas de abandonar su papel protector y piden a los hermanos que asuman parte de esta tarea, sobre todo de cara al futuro en el que ya no estarán.
La prioridad es permitir que los familiares mantengan su propio equilibrio y espacio y que el paciente sienta un entorno seguro y estable a su alrededor que le permita cambiar sus modalidades de relación.
Las tareas específicas de la familia
¿A qué tareas se enfrentará la familia?
3 tareas son fundamentales:
- Involucrar al paciente en la vida familiar , distrayéndolo de la apatía y la sensación de vacío que parece dominar sus días. Cuidado con hacer solicitudes realistas que no conduzcan a frustraciones y fracasos.
- Asistiéndolo en momentos de crisis , tratando de captar las «señales de alarma» e informando al terapeuta a tiempo.
- Reducir el impacto de la enfermedad en los miembros de la familia, permitir que otros niños se dediquen a actividades de ocio, evitando frustrar sus proyectos de desarrollo profesional
El papel del cuidador
A menudo es el cuidador, el que cuida al paciente, quien corre el mayor riesgo de agotamiento y desgaste, sometiéndose a enormes sacrificios y estrés ininterrumpido.
Por tanto, es importante que él mismo, los demás miembros de la familia y los operadores presten atención a sus propias necesidades de apoyo, socialización, ocio y descanso.
Planes futuros
Un aspecto que caracteriza fuertemente las experiencias de estas familias se refiere a las expectativas para el futuro.
Significa la posibilidad de hacer planes a largo plazo en la familia y la posibilidad de imaginar un mañana para el niño.
Sabemos que la patología psíquica impone una perpetuación de la vida familiar de manera igualitaria y estable día tras día.
Cualquier novedad, celebración, acontecimiento especial, perturba el equilibrio psíquico del paciente y del sistema familiar.
Los padres tienden a enfocar sus vidas únicamente en el cuidado de sus hijos.
Tener una vida social propia, dedicarse un tiempo a uno mismo, ayuda a mantener una correcta distancia emocional con el paciente así como a ser un ejemplo para el mismo que tiende en cambio a automarginarse.
Expectativas
Las expectativas sobre el curso de la enfermedad no deben ser demasiado altas ni demasiado bajas.
En el caso de expectativas altas, surgen experiencias de frustración y fracaso que pueden llevar a culpar inconscientemente al niño oa los operadores por la falta de curación.
Por el contrario, tener bajas expectativas es improductivo, conduce a la resignación y renuncia sin captar las posibilidades de desarrollo y mejora de la calidad de vida del paciente.
Alcanzar expectativas realistas a través de una discusión abierta con los cuidadores le permite establecer relaciones más serenas y positivas con su hijo y experimentar un mayor grado de bienestar personal.
¿Cuáles son las responsabilidades de los miembros de la familia?
La presencia de un familiar que padece una patología psíquica tiene un profundo efecto desestabilizador y disruptivo en la vida de la familia.
El núcleo se enfrenta a la necesidad de proveer para las necesidades del paciente y es llevado a descuidar sus propias necesidades.
En ella suelen surgir conflictos entre los miembros, todo ello en un clima de confusión, de culpa, de miedo.
El primer paso que deben dar los familiares, y también el más difícil, es reconocer y aceptar el sufrimiento del familiar
¿Cuáles son las emociones vividas en la familia?
El ambiente familiar está lleno de tensión, miedo, depresión, cierre, pero sobre todo sentimientos de culpa con vivencias contradictorias y ambivalentes.
Por un lado, los padres se sienten responsables del destino de sus hijos. Se culpan mutuamente por no haber sido buenos padres y madres, se arrepienten de no haber entendido antes y de no poder hacer nada para curar a su hijo, por otro lado no se responsabilizan y acusan al niño de sus problemas.
Igualmente doloroso es el sentimiento de angustia, de pérdida, asociado a la creciente conciencia de que el familiar que sufre tal vez nunca vuelva a ser el mismo. Como en un duelo, la imagen que uno tenía de él se desvanece.
Y luego está la ansiedad: una sensación omnipresente y devoradora que asalta a los familiares al despertar con el terror de vivir el día: ¿cómo irá hoy? ¿Cómo se comportará? ¿Se dañará a sí mismo o dañará a otros? Cuando llega la noche, hay algo de alivio, pero incluso el sueño nunca es pacífico y descansado.
No se permiten vacaciones mentales. Aunque estés físicamente distante del paciente, tu mente siempre vuelve a ese pensamiento fijo: ¿cómo estará hoy? ¿Tal vez debería llamar y verificar?
Sin embargo, las experiencias familiares no son únicas.
De hecho, sabemos que la familia existe porque hay personas que la componen.
Por tanto, es interesante intentar analizar la situación emocional de cada componente individual, teniendo en cuenta el caso en que el familiar que sufre es el niño.
El papel de la madre
La figura materna juega un papel clave para la vida psíquica, relacional y afectiva de los hijos, así como para el cuidado y asistencia de los familiares.
Ante la aparición del trastorno mental de un niño, la madre se siente interpelada y se convierte en el “objetivo” más afectado tanto por las demandas y agresiones del paciente como por los terapeutas.
Especialmente en el pasado, los médicos tratantes le ofrecían cambios de comportamiento o tratamientos terapéuticos, haciéndola sentir inadecuada e incapaz en su rol de madre.
En realidad, la madre es la persona de la familia que ve su vida más revolucionada, tanto desde el punto de vista emocional como por la carga de trabajo de cuidados que ello conlleva.
En una sociedad donde cada vez se habla más de flexibilización de roles, siguen siendo las mujeres las que se dedican más a criar a los hijos y ayudar a los familiares en dificultad, con todo lo que ello conlleva en términos de tiempo, esfuerzo, estrés, calidad de vida. .
De hecho, es frecuente el caso de madres que se dedican por entero al hijo que sufre, cayendo en el aislamiento por falta de tiempo para dedicarlo a las relaciones de pareja, relaciones extrafamiliares, aficiones o actividades profesionales.
A veces estas mujeres terminan cerrándose en su propio dolor al romper la comunicación con el mundo exterior, sin ver posibles soluciones a su vida de sacrificio.
El papel del padre
El padre suele ser considerado la figura «ausente» y poco representativa en el drama familiar que involucra principalmente a la esposa.
En realidad, los padres juegan un papel muy delicado, al tener que conciliar los compromisos sociales y laborales externos con las tareas y ritmos familiares trastornados por la enfermedad.
Esta situación los expone a menudo al riesgo de no poder mantener un nivel de vida normal fuera de la familia, llevándolos a optar por descuidar su trabajo o por el contrario, aumentar las ausencias en la familia para dedicarse a una vida más prolongada. -actividad laboral.
Hacia su hijo, el padre tiene fuertes sentimientos de amor, pero por su educación o carácter, tiene más dificultad que su esposa para expresar empatía, comprensión, cariño.
A menudo, la misma pareja lo culpa por esto, pero en realidad la pareja podría ayudarse mutuamente. El esposo podría llevar a la esposa a encontrar una distancia emocional equilibrada del hijo que sufre, mientras que la mujer podría ayudar al esposo a expresar sus sentimientos.
En general, sin embargo, la relación conyugal encuentra considerables dificultades en su camino siguiendo la patología del niño.
Son frecuentes los malentendidos, las acusaciones, la falta de tiempo para dedicar y de espacios íntimos y privados, la ausencia de diálogo salvo para hablar del niño.
Sin embargo, las crisis matrimoniales no pueden atribuirse enteramente a la aparición de una patología en la familia; a menudo este es solo el evento que desencadena una situación ya tensa y comprometida.
De hecho, en el caso de parejas muy unidas y muy unidas, las nuevas dificultades surgidas con la patología del niño se afrontan juntos mediante el intercambio de ayuda y apoyo mutuo. Por supuesto, la situación todavía ejerce presión sobre la relación.
El papel de los hermanos
Los hermanos son una parte importante ya menudo pasada por alto de la familia del paciente.
En la vida cotidiana están fuertemente involucrados desde un punto de vista emocional en la dinámica familiar.
Tienen un miedo definido: » ¿Me pasará a mí también ?» y se atormentan con sentimientos de culpa » ¿Por qué él y yo no ?».
Estas experiencias pueden tener consecuencias en el desarrollo de la imagen y la autoestima, en la forma de afrontar los acontecimientos y elecciones de la vida.
Las vivencias emocionales de los hermanos
Los hermanos pueden tener sentimientos hostiles hacia el paciente que atrae toda la atención hacia sí mismo.
Sienten vergüenza del mundo exterior: evitan invitar a sus amigos por miedo a lo que puedan pensar y, peor aún, a lo que les pueda hacer el paciente.
Suelen estar en conflicto con sus padres y prefieren pasar cada vez más tiempo fuera de casa.
Un gran problema que acecha a los hermanos del paciente es el futuro: “ Cuando mis padres se hayan ido, ¿cómo me las arreglaré para cuidar a mi hermano y seguir viviendo mi vida? «.
Todo esto ante un hermano que sufre y que muchas veces rechaza el cuidado y la ayuda de otros hermanos, percibiéndolos como hostiles y diferentes a él.