
Tecnofobia: ¿cómo lidiamos con el miedo a la tecnología?
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Hoy en día, es casi imposible no encontrar al menos un aparato en cada hogar. Estamos tan interconectados y dependientes de ellos que cuesta creer que haya personas que sufran tecnofobia (miedo a la tecnología avanzada oa los dispositivos complejos, en este caso los ordenadores). Aunque el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales no lo reconoce como un trastorno distinto, algunos expertos aprecian que cada uno de nosotros tiene una dosis de ansiedad cuando empezamos a «hacernos amigos» de una nueva variante de la tecnología.
Los adultos y los jóvenes son los primeros en mantenerse al día con las noticias y abrazar cualquier nueva forma de dispositivo, en segundo lugar están los niños, solo en último lugar están los ancianos. La tecnología amplía y agudiza las diferencias de género, destacando claramente los hombres sobre las mujeres en términos de adaptación a los nuevos desarrollos en el campo.
¿Cómo se desarrolla la tecnofobia?
Cabe mencionar que, día a día, la ansiedad se manifiesta cuando pensamos en el impulso que tiene la tecnología (sobre todo porque no conocemos con exactitud sus valencias). Comenzando con el lanzamiento de cohetes y continuando con las películas del fin del mundo, el poder de la tecnología sobre las masas y terminando con la adicción a Internet y los dispositivos, todo esto causa cierto pánico en los pensamientos de cada uno de nosotros, no necesariamente a través de lo que vivimos en realidad, pero más bien a través de los escenarios que escribimos en nuestra mente.
La propagación del fenómeno comenzó ya en el año 2000, cuando Y2K (el fenómeno relacionado con el formateo y almacenamiento de datos de calendario para la información que comenzó a registrarse en el año 2000) estaba en boca de todos.
Mirando hacia atrás, podemos ver sin demasiada investigación que lo que solíamos llamar Yahoo!, Zip Disk y Netscape Navigator hoy en día están visiblemente superados por otros motores de búsqueda y medios de almacenamiento. Además, Internet tiene una velocidad diferente, ahora se usa de forma ilimitada, en todas sus formas, a un precio considerablemente reducido en el tiempo, lo que ha resultado en un acceso sin demasiadas paradas. Internet cambió a la humanidad y logró reunir, con un solo clic, todo lo que hasta entonces parecía imposible.
Y, sin embargo, en ocasiones esta prisa y el avance tecnológico (incluso a través de la aparición de robots humanoides, como Sophia o los que realizan intervenciones quirúrgicas) pueden provocar ataques de pánico, respectivamente, ansiedad o fobia.
Tecnofobia, a la cabeza de las fobias que tienen los estadounidenses
La ansiedad o la fobia pueden ser un problema si persisten durante más de seis meses y si evitamos con vehemencia cualquier forma de tecnología avanzada.
Investigadores de la Universidad de Chapman realizaron un estudio, titulado «Encuesta sobre los miedos estadounidenses». De los 5 temores más apremiantes de los estadounidenses, 3 estaban en el área de la tecnología: ciberterrorismo, seguimiento corporativo de información personal y vigilancia gubernamental de información personal. La encuesta se aplicó a 1.500 adultos encuestados, quienes clasificaron sus miedos en 88 categorías, calificándolos en una escala de 1 (sin miedo) a 4 (miedo máximo). Esos temores se clasificaron más tarde en 10 categorías distintas: (1) ansiedades personales; (2) asesinato; (3) juicio de otros; (4) dificultades diarias; (5) tecnología; (6) desastres naturales; (7) daños al medio ambiente; (8) desastres humanos; (9) inseguridad del personal futuro; (10) incapacidad gubernamental.
Una serie de otras encuestas, también realizadas en EE. UU., muestran que la tecnofobia está incluso más extendida que el miedo a la muerte. También cabe destacar que este término («tecnofobia») apareció por primera vez durante la Revolución Industrial (1760-1840).
¿Cómo gestionamos el miedo a la tecnología?
Según expertos en el campo de la psicoterapia, la tecnofobia puede tratarse como cualquier otra forma de ansiedad. Y los principales pasos de intervención implican: (1) admitir que tenemos un problema y (2) exponernos a situaciones en las que podemos acercarnos a la tecnología. En otras palabras, es difícil hacer un cambio psicológicamente, mientras no seamos conscientes de la dificultad que tenemos. Pero después de eso, es recomendable aumentar nuestro nivel de familiaridad con los equipos inteligentes: documentarnos, observar a otros mientras interactúan con la tecnología y exponernos a un cierto nivel de incomodidad.
En el tratamiento de las fobias de cualquier tipo (en este caso, la ansiedad tecnológica), la intensidad del miedo disminuirá sólo después de enfrentarse repetidamente a la situación que le genera malestar. Desafortunadamente, no puedes escapar de la incomodidad quedándote en tu zona de confort. Solo después de haber tomado el riesgo de interactuar con objetos electrónicos, nos sentiremos más seguros y, por lo tanto, el miedo a la tecnología será menos molesto.
Lo importante es saber que no estamos hablando de un tratamiento psicológico a largo plazo. La intervención se puede realizar en pocas sesiones -máximo 15- con importantes resultados a largo plazo.
Como toda costumbre humana, todo en exceso… se echa a perder
La digitalización une, pero también divide a la humanidad. Aunque estamos a poca distancia de las personas con las que vivimos o trabajamos, preferimos chatear en línea en lugar de encontrarnos cara a cara, excluyendo así la conexión real, el contacto, la calidez y las miradas que ocurren automáticamente cuando estamos desconectados.
Recurrimos a emoticonos, argot y abreviaturas para expresar nuestras emociones. Y nos deshumanizamos día a día. Instalamos aplicaciones para monitorear nuestro sistema cardiovascular y el sueño. Implantamos chips para una mejor calidad del sueño. Muchas veces, no nos damos cuenta exactamente de cómo vivimos. Debido a que la velocidad de los eventos es ultrarrápida y no nos da tiempo para «rumiar» los eventos y los comportamientos, tratamos de mantenernos al día con los demás, para no quedarnos muy atrás, arriesgándonos a ser excluidos desde un punto de vista social. Entramos así en un círculo vicioso, en el que nos adaptamos sin reflexionar sobre lo que queremos y lo que somos, en realidad, personas.
En el otro lado de la balanza se encuentra el último know-how tecnológico. Yuval Noah Harari (historiador y profesor titular del Departamento de Historia de la Universidad Hebrea de Jerusalén) nos salpica en el libro Homo Deus. Breve historia del futuro con una ducha fría. Afirma que será la «religión de los datos» y la «inteligencia artificial» lo que transformará al hombre, haciéndolo atribuirse a sí mismo aquí en la tierra una ubicuidad específicamente divina, algo totalmente indeseable.
Por un lado, ese futuro puede parecer imposible o bastante lejano. Por otro lado, mirando hacia atrás, podemos aceptar honestamente que nuestras vidas siguen un camino diferente y, debido a esto, la tecnología. No sabemos qué nos depara el futuro, pero sí sabemos que -a través del libre albedrío y la conciencia del momento en que nos encontramos- podemos distinguir entre la necesidad de contar con tecnología avanzada en cualquier campo y su poder para confinar nuestras vidas y limitar nuestras elecciones.
Eso sí, si sentimos que no nos encontramos en todo este panorama y que las cosas no funcionan en nuestro caso, convirtiéndose en una fuente adicional de estrés, es recomendable hablar con un especialista que (con dulzura, empatía y experiencia) puede ayudarnos a entender más cómo nos sentimos y qué podemos hacer por nosotros mismos para liberarnos de esta carga. Sería importante no excluir por completo la tecnología de nuestras vidas, porque puede resultar más que útil, tanto en la comunicación, la educación y el desarrollo, como en el uso más eficiente del tiempo (del que nos quejamos de que hay tan poco).