
Perfeccionismo patológico: características, consecuencias, consejos
Índice
- 1 Este es uno de los muchos escenarios drásticos que resultan del perfeccionismo maníaco.
- 2 Los principales síntomas del perfeccionismo patológico son los siguientes:
- 3 Las áreas más afectadas por el perfeccionismo son:
- 4 Cuando se pasa por alto una de estas dimensiones (o expectativas), el individuo puede sentirse deprimido, frustrado, enojado, ansioso.
- 5 ¿Cuál es la relación entre el perfeccionismo y los trastornos de personalidad?
- 6 ¿Somos realmente buenos y perfectos o impostores?
- 7 ¿Cómo salir del círculo vicioso del perfeccionismo?
- 8 Lentamente nuestra mente los irá interiorizando hasta convertirse en nuestra nueva forma de ver las cosas.
- 9 Otra solución es observar lo que hace en el modo encuesta.
- 10 Como último paso, baje gradualmente los estándares.
- 11 ¡Aprende a permitirte un poco de imperfección!
Las personas con rasgos de «perfeccionismo» argumentan que todo lo que hacen nunca es suficiente y que es un excelente motivador para lograr grandes resultados en la vida y aumentar la autoestima.
Sin embargo, se ha demostrado que el perfeccionismo puede hacer que una persona sea profundamente infeliz: la depresión, la ansiedad, los trastornos alimentarios y las autolesiones son las consecuencias negativas más frecuentes.
La manía del perfeccionismo puede afectar tanto a adultos como a adolescentes y niños.
Especialmente los dos últimos pueden fijarse grandes metas para lograr en la escuela y en el deporte no solo para la gratificación personal sino para impresionar y gratificar a los demás (padres, profesores, etc.), bajo pena de un profundo sentimiento de culpa y miedo a no ser amados. .
Katia es una mujer de 60 años, soltera y sin hijos, que padece obesidad a raíz de un trastorno alimentario (atracones).
Dice que hasta los 45 años había sido una mujer hermosa, había mantenido algunas relaciones sentimentales sin casarse nunca, enseñaba gimnasia en un colegio y cuidaba mucho su aspecto físico.
Después de la muerte de su padre (jugador), Katia y su madre se vieron obligadas a pagar grandes deudas de juego dejadas por su padre. Mientras tanto vivía sola y ya no tenía un hombre a su lado.
Comienza el declive: Katia comienza a comer en exceso y de forma compulsiva, aumenta de peso hasta 140 kg, desarrolla un trastorno de acumulación obsesivo-compulsiva (su casa está llena de objetos viejos e inútiles amontonados en cada rincón).
Para perder peso, decide someterse a una cirugía de estómago.
Durante una de sus charlas, Katia admite que el perfeccionismo le había arruinado la vida.
Este es uno de los muchos escenarios drásticos que resultan del perfeccionismo maníaco.
En sí mismo, el deseo de hacer las cosas bien, de lograr buenos resultados, de cuidar la apariencia, de fijarse metas ambiciosas no es malo ni patológico, lo es cuando el individuo desarrolla una obsesión ritualista por cada acción o detalle y cuando sobre todo , experimenta cada carencia con incomodidad y sufrimiento psíquico.
Los principales síntomas del perfeccionismo patológico son los siguientes:
- sensación de fracaso en cualquier actividad
- procrastinar por miedo a no estar a la altura de la tarea o no completarla a la perfección
- desarrollar delirios de control sobre las relaciones interpersonales íntimas y profesionales
- obsesionarse con las reglas, las listas de tareas pendientes, el trabajo o volverse extremadamente apático
- considerar el resultado más importante del trabajo realizado, el proceso de aprendizaje, etc.
- Centrarse de forma obsesiva y repetitiva en los detalles del propio cuerpo o en el trabajo que se está realizando.
- exija altos estándares de éxito de su pareja, amigos e hijos, volviéndose hipercrítico
Las áreas más afectadas por el perfeccionismo son:
- escuela/trabajo: las personas que son perfeccionistas en la escuela y el trabajo pueden tardar más que otras en completar una tarea o evitar comenzar una tarea por temor a que no sea perfecta;
- relaciones interpersonales: esperar que los seres queridos cumplan con los estándares de perfección, causando estrés y presión psicológica;
- actividad física: el deporte generalmente fomenta o exacerba el perfeccionismo, ya que la atención se centra en el resultado final y no en el rendimiento per se;
- entorno y entorno: muchas personas dedican mucho tiempo al cuidado de su casa o jardín, así como de su coche o garaje, para que estén perfectamente limpios e impecables;
- higiene personal y salud: aunque parezca absurdo, este tipo de perfeccionismo puede conducir a… problemas de salud, como la ortorexia nerviosa, es decir, la adopción de conductas extremas en cuanto a la alimentación saludable que, sin embargo, generan otros trastornos;
- cómo alguien habla o escribe: las personas que prestan demasiada atención a la forma en que hablan o escriben pueden, de hecho, empeorar la calidad de su habla (ralentización, tartamudeo, etc.);
- apariencia estética: esta es una de las áreas más afectadas por el perfeccionismo patológico. Prestar demasiada atención al cuerpo, la ropa, el peinado, el maquillaje o las pequeñas imperfecciones físicas puede provocar trastornos alimentarios, adicción al deporte y dismorfofobia.
El perfeccionismo como dimensión psicológica y conductual , tiene tres formas principales: el deseo de sentirse perfecto (orientado a sí mismo), el deseo de parecer perfecto frente a los demás (orientado a los demás) y una forma de perfeccionismo ligado a la conformidad social (perfeccionismo socialmente prescrito). ) .
Cuando se pasa por alto una de estas dimensiones (o expectativas), el individuo puede sentirse deprimido, frustrado, enojado, ansioso.
A nivel cognitivo, la forma de pensar típica del perfeccionismo tiene las siguientes características:
- Pensamiento de «todo blanco o negro» (si necesito ayuda, entonces soy débil; si no es perfecto, entonces he fallado)
- pensamiento catastrófico (si tuviera que cometer un error frente a mis compañeros de clase, nunca podría soportar la humillación)
- sobreestimación (si le pido dos días libres a mi jefe seguramente pensará que soy flojo)
- pensamientos obedientes (no debo cometer errores, debo saber predecir los problemas antes de que surjan, debo ser bueno, debo ser el mejor…)
¿Cuál es la relación entre el perfeccionismo y los trastornos de personalidad?
En psicología clínica, existen algunos trastornos de personalidad que tienen rasgos de perfeccionismo patológico.
El primero es DNP (trastorno narcisista de la personalidad) y el otro es el trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad.
En el primer caso, según Kohut (Kring et al. 2013), las personas con este trastorno muestran un marcado sentido de importancia y grandeza, buscando constantemente la aprobación y el respeto de los demás. Son individuos que carecen de empatía, tienden a explotar a los demás para sus propios fines (entre estos, su propia imagen), centran la atención en la belleza y el éxito, se muestran arrogantes y envidiosos.
En el segundo caso estamos en presencia de personas excesivamente dedicadas al trabajo hasta el punto de excluir otras actividades como el ocio y las amistades, rígidas, testarudas, tacañas, con una atención exagerada a los detalles y la organización hasta el punto de perder de vista del objeto de la actividad.
Tanto DNP como DOCP tienen un rasgo patológico común que es el afecto negativo subyacente.
De nuevo según Kohut, el origen del perfeccionismo patológico que conduce a los trastornos de personalidad mencionados se encuentra en los estilos de crianza y por tanto en los modelos operativos interiorizados por los sujetos perfeccionistas. De hecho, los padres de sujetos perfeccionistas son fríos, calculadores, críticos y consideran a sus hijos como un medio para promover su autoestima, enfatizando (a veces de manera poco realista) sus talentos, habilidades y éxitos.
Siguiendo este estilo de crianza, el niño (o adolescente) y por tanto el futuro adulto pueden experimentar un profundo sentimiento de vergüenza ante cualquier deficiencia.
En ocasiones, el perfeccionismo deriva de la crítica excesiva o inapropiada como reacción desafiante hacia aquellos que subestiman sus propias habilidades o competencias, creando así un círculo vicioso de dependencia del juicio ajeno muy difícil de romper.
El engaño de la perfección.
¿Cuántas veces hemos escuchado el famoso dicho “la perfección no existe” o “nadie es perfecto”?
Aunque cada uno de nosotros es consciente de que el ser humano es incompleto por naturaleza, la sociedad en la que vivimos nos impone valores de bienestar basados en la autoafirmación y la autorrealización profesional, en la belleza estética, en la competencia, en la resultados a alcanzar y en una palabra sobre la apariencia.
Lo que ha faltado es la importancia de ser personas de valía, en favor de parecer quienes realmente no somos.
Basta pensar en el advenimiento autoritario de las redes sociales : lo que importa es mostrar a los demás lo hermosa y perfecta que es nuestra vida.
Descartamos las fotos en las que aparece aunque sea un defecto y solo difundimos aquellas en las que nuestra imagen aparece espléndida a los ojos de los demás. De esta forma alimentamos un círculo vicioso formado por “espectáculos para ser vistos de lejos” privando a los demás de la posibilidad de conocernos a fondo en nuestra autenticidad (Debord, 2002).
Espectacularizar nuestra vida significa mostrar un perfeccionismo a la mirada que vacía nuestro verdadero ser. Y es precisamente ese vacío interior el que hay que llenar continuamente, dando lugar a esa sensación de “nunca es suficiente” que experimentan las personas excesivamente perfeccionistas.
Desde un punto de vista más práctico, la búsqueda frenética de la perfección conduce paradójicamente a la repetición de errores tipográficos y errores.
Por ejemplo, reescribir un mensaje 10 veces antes de enviarlo, releer y corregir un informe varias veces, pensar que perder dos puntos en un examen es un suspenso, genera un fenómeno paradójico en la mente que es ver siempre que falta algo según un ciclo. infinito, como si fuera una rueca.
Ese mensaje nunca será perfecto, esa relación siempre tendrá al menos un error tipográfico, y así indefinidamente.
¿Somos realmente buenos y perfectos o impostores?
En 1978 dos psicólogos estadounidenses (Clance, Imes 1978) publicaron un estudio en el que explicaban cómo algunas personas exitosas sentían que realmente no merecían el aplauso social, a pesar de sus habilidades y capacidades reales.
El término acuñado para este estado particular de la mente es el síndrome del impostor , que según se informa afecta más a las mujeres que a los hombres. Probablemente, dinámicas familiares basadas en roles de género o debidas a una sociedad altamente competitiva (recordemos que hasta hace unos veinte años las carreras universitarias y profesionales eran una prerrogativa casi exclusiva del mundo masculino) han llevado a las mujeres exitosas a subestimar sus propios méritos.
Las mujeres con síndrome del impostor reportan trastornos de ansiedad, baja autoestima, culpa, un sentido de inadecuación del rol, depresión y frustración debido a la incapacidad de cumplir con los estándares autoimpuestos.
A veces se ven afectados por una verdadera fobia al éxito y la búsqueda de un perfeccionismo autocompensador.
Los pensamientos que pasan por la mente de estas personas suelen ser:
- es solo suerte
- Podría hacer más/mejor (perfeccionismo)
- no merezco todo esto
- si yo lo hice, entonces otros también pueden hacerlo
El error de autoevaluación que cometen las personas verdaderamente capaces y competentes no es más que un malentendido que surge de una distorsión cognitiva sobre las capacidades de los demás (Dunning, Kruger 1999).
Cuestión de montaje….
Según algunos investigadores universitarios, el perfeccionismo puede ser beneficioso para la adaptación social, especialmente cuando las personas se imponen estándares altos.
Por ejemplo, los deportistas y emprendedores, gracias a su constante compromiso, ambiciones y metas, logran tener éxito y ascender en la escala social.
Sin embargo, existe una diferencia significativa entre el deseo de sobresalir y el deseo de ser perfecto.
Para ilustrar esta diferencia, tomemos el ejemplo de un estudiante universitario que cree que debe obtener las mejores calificaciones en un examen en particular.
El alumno se compromete al máximo, dedicando también parte de las horas nocturnas a la preparación, privándose de todo ocio durante muchos días.
Al final aprueba brillantemente el examen pero en los días siguientes se encuentra deprimido e ideas suicidas.
¿Qué sucedió? El estudiante admite que la excelencia obtenida en el examen fue solo una demostración de lo que realmente fue un fracaso: «Si hubiera sido perfecto, no habría tenido que trabajar tanto para obtener ese resultado».
Lo que se desprende de este caso es que el perfeccionismo con fines adaptativos difícilmente genera estados de ánimo patológicos en caso de fracaso y que lo que se hace tiene una finalidad muy concreta.
mejorarse; cuando el fracaso genera angustia, consternación, ataques de ansiedad, ira, etc., deja de ser adaptativo.
Además, según las teorías evolutivas más modernas, aspirar a lo mejor es funcional para la supervivencia tanto física como psicológica.
De hecho, por ejemplo, involucrarse en proyectos financieros destinados a ganar más, brinda al individuo la oportunidad de elevar su nivel de vida y vivir una vida más cómoda y libre de preocupaciones graves.
No solo eso, la ganancia resultante puede relacionarse con el reconocimiento social, el prestigio, la fama, todo como prueba del valor personal percibido.
No es lo mismo ser perfeccionista a toda costa que dar lo mejor de ti.
La perfección no tiene nada que ver con el logro y el crecimiento personal.
¿Cómo salir del círculo vicioso del perfeccionismo?
Los adultos suelen ser muy críticos consigo mismos, por lo que un primer paso para superar el perfeccionismo patológico es sustituir los pensamientos autocríticos por afirmaciones más realistas y sanas. Por ejemplo:
- ¡Haré mi mejor esfuerzo!
- si me equivoco de vez en cuando, no significa que sea tonto sino que soy humano, como todos los demás
- incluso si no les gusto a todos, está bien, ¡a nadie le gusta nadie!
- si pierdo una oportunidad, buscaré otra mejor
etcétera.
Una buena idea sería repetir estas frases afirmativas varias veces al día como si fueran un mantra.
Lentamente nuestra mente los irá interiorizando hasta convertirse en nuestra nueva forma de ver las cosas.
Un segundo paso puede ser cambiar tu perspectiva al descentralizarte.
Por ejemplo, si crees que eres perezoso solo porque haces ejercicio 1 hora en lugar de 2, trata de ver la situación a través de los ojos de otra persona.
Probablemente mucha gente no pensará que eres flojo (quizás entrenas 1 hora porque trabajas muchas horas al día, 1 hora al día hecha de forma consistente y regular con el tiempo traerá buenos resultados, mejor 1 hora que nada y así sucesivamente….)
Otra solución es observar lo que hace en el modo encuesta.
Al igual que cuando miramos un paisaje desde lo alto de una torre o desde un avión, no nos detenemos en los detalles (casas individuales, autos estacionados, árboles, etc.) sino que lo admiramos como un todo.
Los perfeccionistas tienden a centrarse en los detalles, en las pequeñas cosas, perdiendo de vista el panorama general.
Sería mejor preguntarse «¿realmente importa?» «Incluso si algo sucediera, ¿puedo sobrevivir?» ¿realmente el otro le dará importancia a este detalle o evaluará mi trabajo como un todo?
Como último paso, baje gradualmente los estándares.
Por ejemplo, decidir estudiar 3 horas diarias en lugar de 5 y darse la oportunidad de sacar una nota baja solo 1 vez de 4 exámenes (el perfeccionista pretende no cometer errores nunca).
¡Aprende a permitirte un poco de imperfección!
Llegar a una cita con 10 minutos de retraso, usar un traje con una ligera costura en un costado, decirle a la gente que te sientes cansado (o cualquier otro estado de ánimo que consideres una debilidad), dejar un pequeño rincón desordenado cuando limpias la casa…
Todo esto te ayudará poco a poco a enfrentar el miedo a no ser perfecto y comprender que las carencias (imperfecciones) son parte del repertorio de comportamiento humano.